Esta cepa bordelesa lo ha pasado mal en Chile. Confundida con el carmenère, plantada en lugares cálidos, menospreciada por el público más sofisticado, ha tenido poco espacio para desarrollarse. Pese a todo, algunos fanáticos aún dan la pelea. Y no es uno mala pelea.
Por Marcelo Soto. En los últimos años, pese a todo, el merlot nacional está viviendo tímidamente una segunda oportunidad, una especie de renacimiento o vuelta al origen. En un rango que no supera los 7 mil pesos, hayal menos tres representantes promisorios de un merlot local ciento por ciento puro. O merlot-merlot, como también lo llaman. Se trata del Merlot Reserva de Cousiño Macul, del Hacedor de Mundos de Gillmore y del Colección Privada de Torreón de Paredes.
En Torreón de Paredes hacer buen merlot es asunto de tradición. “En 1989, fuimos los primeros que sacamos medalla de oro en Bruselas con un merlot”, cuenta Álvaro Paredes, gerente de operaciones de esta viña de Rengo, donde apuestan al terrojr como base para un vino de calidad.
“Estamos en una zona privilegiada para producir esta cepa, 130 kilómetros al sur de Santiago, en la Cordillera de los Andes. Es lo que hemos denominado Alto Cachapoal, con suelos muy pobres, muy pedregosos, de muy buen drenaje, donde el control del agua es fundamental”, explica Paredes que, desde su cargo, tiene la responsabilidad de liderar el trabajo enológico de la viña.
Pese a que los primeros ejemplares de la variedad originaria de Burdeos llegaron a Chile a mediados del siglo XIX, Paredes afirma que el merlot “es una cepa nueva en el país”. ¿Qué quiere decir esto? Que tras el redescubrimiento del carmenère en 1994, muchas viñas comenzaron a importar clones de merlot de Francia, entre ellas la propia Torreón de Paredes. “En 1996 decidimos certificar el tipo de viñedo que teníamos y empezamos a importar nuevos patrones de merlot. Aunque algunos clones no nos han dado tan buen resultado como la selección masal”.
En este punto habría que explicar qué diferencia una selección masal de una selección clonal, un tema importante cuando hablamos de merlot. En términos simples, en la primera se selecciona una población de plantas y de ese grupo se eligen las que cumplen con los requisitos buscados de productividad, resistencia y comportamiento. En una selección clonal, en cambio, se trabaja a partir de una sola planta, planta que se reproduce para obtener plantas exactamente iguales a la madre.
Tras el descubrimiento del carmenère, muchas viñas han optado por la selección clonal con el objetivo de asegurar la pureza del merlot que producen. Torreón de Paredes ha usado ambas técnicas. Y dice Paredes: “Con el tiempo hemos ido aprendiendo a conocer esta cepa, que tiene muchas bondades, pero también es muy temperamental. Casi como una niña mimada”.